• Fecha: Jueves, 11 Junio 2015

woman-792162 640En el artículo anterior hablábamos de la trama, que, a grandes rasgos, se correspondería con la sucesión de acontecimientos que tienen lugar a lo largo de una novela. Sin embargo, esos acontecimientos, que podemos equiparar a los ladrillos, no pueden estar dispuestos al azar: deben presentar un orden determinado que despierte intriga e interés y, al mismo tiempo, que resulte comprensible. Es decir, que no podemos acumular ladrillos sin ton ni son, sino que estos tendrán que encajarse dentro de un armazón equilibrado, constructivo y coherente. Un armazón que, en buena medida, nos evite cometer aquellos errores de trama que se recogían en el artículo anterior. A ese molde lo denominamos estructura.

Los géneros literarios se caracterizan, entre otras cosas, por emplear un esquema que se repite ―por algo son de género―. Los modelos de estructura o esquemas narrativos ya existentes pueden empujarnos a escribir cuando aún no hemos empezado, o a no desviarnos de la meta cuando ya hemos comenzado, aunque siempre debemos tener en cuenta que ceñirnos a un esquema exacto no garantiza por sí solo el éxito de la obra.

El eje de la novela romántica se centra en cómo llevar a buen puerto el amor entre los protagonistas a pesar de los impedimentos que pueden surgir y que, de hecho, surgen; por ello, la mayor parte de novelas de este género van a seguir un patrón más o menos fijo. Este patrón se conoce como estructura de best-seller y se compone de los siguientes elementos:

• Un detonante: el pistoletazo de salida que desencadenará todos los acontecimientos posteriores.
• Un planteamiento: sitúa al lector ante el conflicto y presenta a los personajes en sus escenarios.
• Un nudo o desarrollo: el auténtico meollo de la historia, donde evolucionarán la mayoría de los acontecimientos que sustentan la trama.
• Un desenlace: aquí, todos los cabos que aún queden abiertos de las distintas intrigas planteadas deben cerrarse. El momento de mayor emoción lo constituye el clímax, donde se produce la resolución definitiva del conflicto que dio lugar a la trama principal.
• Un final propiamente dicho, que puede coincidir o no con el clímax, y que en novela romántica, tal y como se exponía en el primer artículo, ha de ser feliz o, al menos, positivo.

Además, existen otro tipo de elementos: giros que enlazan unos núcleos con otros y que van a servir para incrementar la intriga. Dichos giros son los cambios de rumbo y, aunque podemos incluir en las tramas tantos como consideremos convenientes, los dos más relevantes son:

• El primer cambio de rumbo, que actúa como bisagra entre el planteamiento y el nudo. Supone un giro excepcional que cambia la dirección de la historia presentada hasta ese momento. Interrumpe la estabilidad inicial y eleva el ritmo de la acción.
• El segundo cambio de rumbo marca el final del nudo y el punto de partida del desenlace. Se produce un escollo aparentemente insalvable, un evento dramático e inesperado que precipita los acontecimientos y que desembocará en el clímax.

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