• Fecha: Jueves, 30 Marzo 2017

ARTÍCULO 29 ― EL TIEMPO EN LA NARRACIÓN (II)

¿Recuerdas todo lo que hablamos en el artículo 28 acerca del manejo del tiempo por parte del narrador? Decíamos que este tiene la capacidad plena de alterar el tiempo de la historia a su antojo: puede prolongarlo, acortarlo, detenerlo, desordenarlo… Todo siempre con la intención de causar el mayor efecto posible sobre los lectores. Hoy explicaremos cuáles son los mecanismos que se pueden emplear para conseguirlo y en qué consiste cada uno de ellos.

Empecemos por el orden de los acontecimientos. Es decisión del narrador —y del autor de la obra, se sobreentiende— presentar la acción en orden cronológico, igual que en la vida real, o revolver los acontecimientos para generar aún más impacto.

  • Orden lineal: es el más similar al orden cronológico. Los acontecimientos se suceden en una única dirección, siempre desde el principio y hacia delante.
  • Retrospectivo (analepsis): se retrocede en el tiempo y se introducen escenas o capítulos enteros que acontecieron con anterioridad, lo que popularmente se conoce como flashback.
  • In media res: se empieza en un punto abrupto de la historia para después relatar lo anterior y lo posterior.
  • Anacronía: se empieza por el final de la historia y luego se va contando cómo se desarrollaron los acontecimientos hasta llegar a ese final.
  • Prospectivo (anticipación): se empieza por el final de un personaje y, luego, lo que sucede después se va entremezclando con lo anterior. Esto es habitual, por ejemplo, en la novela de suspense: al principio tiene lugar el crimen y, a partir de ahí, se continúa con la investigación posterior hasta averiguar qué sucedió antes del crimen.

No obstante, dijimos que el narrador no solo puede alterar el orden de un relato, sino incluso modificar su tiempo. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, cuando lo acelera, de tal modo que un largo período de la historia no ocupe más que un segmento breve de texto. Pero ¿cuáles son los recursos disponibles para acelerar el tiempo?

  • Sumario o resumen: se economiza el lenguaje para concentrar mucho material narrativo en poco espacio. Por ejemplo, en una sola frase se sintetiza lo sucedido a lo largo de varios meses.
  • Elipsis: se silencian ciertas partes de la historia, bien porque sean irrelevantes para la trama, bien porque el narrador quiera ocultarlas a propósito para potenciar la intriga.

Como autores no solo nos interesa acelerar el tiempo en el relato, sino, en ocasiones, también ralentizarlo, de tal forma que un período breve de la historia ocupe un segmento largo de texto. Esto lo conseguiremos gracias a ciertas estrategias:

  • Análisis: consiste en amplificar un breve lapso de tiempo. Ejemplo: «En un minuto pueden pasar muchas cosas. Durante el primer segundo, uno no es consciente de cuánto pueden dar de sí los cincuenta y nueve restantes; durante el quinto, el miedo acecha en silencio».
  • Digresión: se rompe el hilo del discurso y se habla de cosas que no tienen conexión evidente con lo tratado o que son complementarias. ¡Ojo! Este recurso es muy peligroso, ya que, si no se domina bien, puede acabar dando como resultado un texto deslavazado e incoherente.
  • Escena: se hace corresponder de forma exacta el tiempo de la historia con el del discurso, es decir, el tiempo real con el tiempo ficticio. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en el diálogo.
  • Pausa: la forma máxima de desaceleración, así como la más sutil. Está constituida por descripciones y reflexiones de los personajes, es decir, por aquellos momentos en los que no avanza la historia como tal.

 

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