Mills Bellenden - La prisionera

Valoración:

Critica realizada por Enrique


La Prisionera es una de esas novelas que te cautiva desde el comienzo, y a la que le pides más y más. Te exige que sigas leyendo página tras página para saber qué va a pasar con Josh Mckinley y Cristine. Su relación sentimental, marcada por las continuas desavenencias que surgen entre ambos, está bien construida y salpicada de acertados diálogos y situaciones cómicas y divertidas que provocan la risa en el lector.

Dentro de un marco histórico como es la guerra en el Viejo Continente, los personajes logran adaptarse al momento que les toca vivir. La ofensiva francesa sobre Bélgica, y más en concreto sobre la pequeña granja de Hougoumont, son el marco idóneo para la relación de Josh y Cristine. En medio del desastre, del horror de la guerra, de pueblos devastados el lector encuentra a dos muchachas que han salido adelante gracias a su tesón y a su coraje. Pero también representan una bocanada de aire fresco dentro de ese ambiente bélico. En este sentido quiero resaltar que las escenas de batallas son las justas y están muy bien descritas; sin demasiados datos que puedan distraernos de lo que es en realidad el centro de la novela: la relación de Josh Mackinley y Cristine. Y a mi parecer bien encajadas en la narración.

Lo primero que capta la atención de Josh es la apariencia de Cristine y por encima de todo “sus curvas” que nada tienen que ver como las mujeres que ha conocido hasta ese momento. Y lo que en un principio parece ser una simple atracción física se va tornando en un cariño que debido a la situación de tensión que les toca vivir, se aferran el uno al otro casi sin pensarlo. Se dice que las personas reaccionamos de una determinada forma dependiendo de la situación; y que cuanto más desesperante es ésta más afloran los sentimientos. Pues eso es precisamente lo que le sucede a los dos personajes de La Prisionera.

El teniente MacKinley es un militar y eso queda demostrado desde la primera vez que conoce a Cristine. Quiere imponerle su voluntad y obligarla a acatar sus órdenes. Y ella por el contrario, que se ha criado junto a su hermana, huérfanas de padre y madre, no está por la labor de aceptarlo. Para ello no duda en ponerlo a prueba y demostrarle que ella no es uno de sus soldados. Pese a las continuas advertencias de Laurie, su hermana, y del propio Mackinley para que se mantenga alejada del frente, Cristine no dudará en hacer todo lo contrario. Hay momentos en los que pensamos que disfruta poniendo a prueba a Mackinley, y lo que está consiguiendo sin saberlo, es encender no solo los ánimos del highlander, sino también sus sentimientos. En un momento de la novela, cuando éste conversa con el sargento MacGregor le confiesa que el comportamiento de ella lo está descolocando y que cuanto más hace por protegerla más se empeña ella en llevarle la contraria. Eso es precisamente lo que está provocando que comience a mirarla con otros ojos. Y a Cristine le está sucediendo algo similar, ya que cuanto más lo crítica y lo quiere rechazar más siente que aquel engreído soldado se está introduciendo en su cabeza y en su corazón.

A esta situación contribuyen los personajes del sargento Ross Macgregor y de Lauire, quienes viendo la situación por la que atraviesan Mackinley y Cristine, no duda en arrojar más leña al fuego. No hacen si no colaborar con sus mordaces comentarios para que la pareja se una. Y es que ambos tienen sus motivos. Lauire quiere salir de aquel lugar y tal vez la manera sea gracias a los soldados británicos; por su parte el sargento Mcgregor quiere ganar la apuesta que ha hecho con Mackinley: buscar esposa entre las muchachas belgas.

Mackinley se dará perfectamente cuenta de que se ha “enamorado” de Cristine, o que siente algo por ella que no lo deja actuar con claridad. Por ello cuando descubre que se ha fugado en busca de refuerzos, no duda en abandonar su puesto con la consabida acusación de deserción que atraerá sobre él. Y aún sabiendo esto, no duda en afirmar que el ejército no es nada comparado con Cristine. Si la pierde a ella pierde todo. Mackinley se comporta de manera audaz y valiente cuando obra de esta manera, y cuando llega al cuartel general de los aliados y descubre que ella está sana y salva siente que todos los improperios que ha jurado contra ella se desaparecen, a pesar de que en un momento se muestra airado cuando se encuentra a solas con ella no puede hacer otra cosa que rendirse ante Cristine. Mackinley le confiesa en un momento que la admira por su valor, pese a que lo desobedece constantemente. Cristine se comporta como una mujer libre e independiente que ha sabido sobrevivir a la guerra sin un hombre a su lado; pero que al mismo tiempo anhela la protección y el cariño de Mackinley.

Lejos de la guerra Mackinley se enfrentará a su familia y la sociedad de Edimburgo en defensa de Cristine, a quien no duda en presentar como su prometida. Y aunque los obstáculos que deben superar son muchos al final encontraran solución a todos. Cristine siente que está en deuda con Mackinley por haber salido en pos de ella desertando de su puesto; y él no duda en disculparle y decirle que lo volvería a hacer si supiera que ella corría peligro.

Para concluir debo decir que La Prisionera me ha parecido una novela de lectura amena, sencilla, divertida, con situaciones cómicas que me han hecho reír. Situaciones en las que te das cuenta que el amor y el cariño existen, y que hay personas dispuesta a arriesgarlo todo por la persona que quieren. La narración es rápida y amena y aunque en principio pueda parecer algo corta, 224 pp, después no se hace tanto. Espero que Mills Bellenden siga deleitándome con sus historias. Felicitarle porque ya es hora de las autoras de habla hispana se hagan un hueco en el panorama literario romántico; ya que en ocasiones una empieza a estar cansada de tanta autora anglo-sajona, cuando hay escritoras españolas o latinas que puede deleitarnos con historias como La Prisionera.

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