Luz Gabás - Como fuego en el hielo

Valoración:

Crítica realizada por Crishi

Con una narrativa muy fluida y una magnífica ambientación, Luz Gabás me ha vuelto a atrapar. Esta vez para llevarme hacia la zona pirenaica con sus paisajes llenos de aristas y sus gentes aferradas a unas señas de identidad propias.

En esta historia, las fuerzas de la Naturaleza parecen conchabarse contra el ser humano mientras las continuos cambios socio-políticos (gobiernos moderados y progresistas) que padecía la España del siglo XIX (también bajo el influjo de las corrientes europeas) planean sobre sus habitantes de manera decisiva. Así que nos encontramos ante la lucha por la subsistencia en un marco de difícil habitabilidad, pasiones sujetas a unos ideales con graves consecuencias como en el caso de Matías. Asimismo tenemos a unos protagonistas, Attua y Cristela, arrastrados sin más remedio por los acontecimientos junto con otros de tipo personal, y cuyo objetivo es tan habitual para el ser humano como complicado es de realizar para ellos: amarse por encima de todo.

Aprovechando un tiempo crispado de nuestra Historia, donde las adversidades no dan tregua ni por asomo, el libro contiene una potente historia de amor frustrado, entendida desde un romanticismo que intenta romper cadenas con la moralidad y la rectitud. Es una amor muy sufrido, intenso desde luego, a veces me ha resultado hasta un poco agónico. De hecho, y ya a título personal, la lectura de esta clase de amores arrebatados envueltos en marcos difíciles de digerir, me ha provocado de manera puntual las mismas sensaciones turbulentas que cuando he leído Cumbres borrascosas, por supuesto salvando las distancias y sin ánimo de mezclar churras con merinas.

Attua y Cristela se conocen y se quieren desde la infancia, pero las circunstancias y las decisiones tomadas por cada uno les llevan por caminos distintos.

A pesar de ser un protagonista que trata de mantenerse al margen de los conflictos, las aspiraciones juveniles de Attua quedan cercenadas tras la muerte de su padre, cayendo sobre él el peso de la responsabilidad, las dificultades económicas, sus sueños destruidos, el egoísmo y por último el sentimiento de culpa y el perdón por lo que él cree que ha fallado. En este punto, quiero hacer hincapié en su acusado sentido de la amistad, del deber y en su nobleza, que se deja plasmar a lo largo de la novela definiendo su carácter.

Por otro lado está Cristela, una protagonista fuerte cuyos deseos para mejorar su existencia al lado de Attua se ven truncados por la desgracia. Su huida al sur de Francia deja paso a una fase más favorable de su vida donde, una vez encontrada la aparente estabilidad, se debate en un mar de sentimientos encontrados, en especial cuando Attua aparece de nuevo para ponerlo todo patas arriba.

En mi opinión, me ha gustado más Cristela que Attua porque, además de que en el plano sentimental ella presenta una especie de dualidad muy bien descrita, consigue poner en práctica sus capacidades en un tiempo donde la mujer era mucho menos que un cero a la izquierda. Este aspecto de su temperamento se me ha quedado corto, me hubiese gustado una mayor profundidad.

Es curioso el contraste que existe entre los protagonistas. Partiendo de unos orígenes humildes y poco afortunados, Cristela es la que mejor proyección tiene dentro de la historia. Lo contrario a Attua, que perteneciendo a una familia relativamente acomodada y con un porvenir más prometedor se da de bruces con su cruda realidad, yendo su vida por momentos cuesta abajo y sin frenos.

Lo cierto es que, desde un principio, se intuye el tono de la novela. El escenario abrupto donde se desarrolla es ideal para crear una historia triste y cruel en varias direcciones. A lo largo de un par de décadas con saltos en el tiempo, entre encuentros y desencuentros los protagonistas manejan por separado sus pasiones reprimidas, creando distintas formas de sobrevivir sobre las ascuas de un pasado con improbables expectativas de futuro.

Todos y cada uno de los personajes secundarios están muy bien esbozados de forma precisa y se ajustan a la historia como un guante. Nos encontramos con Matías, Davina, Gabino, Alfredo y Belisa con otra pequeña historia de amor desafortunada, Aurore, Cosme, Clemente, Ricardo, Saulo...

No me olvido de Shelton, un personaje digno de mención aparte que entra a formar parte en mi lote de secundarios muy queridos. No desvelo el sitio que ocupa en la historia porque es mejor descubrirlo, pero sí comento que es un personaje que invita a la reflexión y que, debido a su difícil papel, es inevitable no sacar conclusiones sobre su manera de reaccionar. Aunque de Shelton he echado en falta una mayor actuación en la trama, tiene la solidez suficiente para que en el fondo me haya encantado.

A mi modo de ver, el título del libro no puede ser más apropiado, recoge muy bien el sentimiento que esconden los protagonistas y su entorno vital.

Ahora bien, la historia como tal me ha gustado mucho y puedo decir que, vista a groso modo, casi resulta redonda. Las partes dedicadas a hojear la historia de España están muy bien insertadas y van en consonancia con los hechos que transcurren en Albort o viceversa, además no son pesadas de leer y resultan interesantes. Pero hay partes donde los incidentes se suceden de forma precipitada, y son tantos los infortunios y las pérdidas, que, quizás, creo necesario un mayor asiento para que parezcan menos novelescos y más creíbles, porque qué es la vida sino una de cal y otra de arena. En todo caso, es una novela muy entretenida que se deja leer bien.

No quiero dejar pasar las referencias que la autora hace sobre el estilo de vida y la difícil accesibilidad del lugar, la climatología, el auge de las estaciones termales, los viajeros con ansia de conocer o conquistar un paisaje inexplorado, lugares tan hermosos de contemplar que ha sido como abrir una ventana y ver un fresco pintado al óleo, sintiendo el misterioso poder que emanan las montañas, el sonido hueco producido por la caída de la nieve o el procedente del chapoteo del deshielo, las construcciones... En fin, composiciones situadas a éste y al otro lado de los Pirineos y todo sin moverme de casa.

En resumidas cuentas, Como fuego en el hielo es una novela larga pero de lectura amena. Cuenta una historia triste con sustancia en los momentos oportunos, una estupenda documentación y una atmósfera que va en sintonía con lo que se narra y cómo se narra, desde las tripas y el corazón, como si sus protagonistas y los personajes secundarios estuviesen unidos a través de un invisible cordón umbilical a sus gélidas e inhóspitas tierras. Las decisiones son muy importantes en esta historia de superación y de amores imposibles con una fuerte carga emocional, siendo extensible al resto que la conforma. Los protagonistas están perfectamente perfilados y no dejan hueco para la tranquilidad, la alegría o cualquier sentimiento positivo hasta justo el final de la historia, cuando el alivio y la esperanza por fin hacen acto de presencia.

Esta novela no es Palmeras en la nieve, ni tampoco Regreso a tu piel. Desde mi punto de vista, Como fuego en el hielo me ha parecido una novela con personalidad propia, su historia me ha llegado de manera distinta a las anteriores, sobre todo si la comparo con Palmeras en la nieve que, pienso, marca la diferencia con respecto a esta y con Regreso a tu piel. Como he dicho anteriormente, es una historia muy entretenida y su lectura me ha dejado más que satisfecha.

Recomendable para lectores que sean amantes de las novelas histórico-románticas sin miedo al padecimiento.

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