Karen Rose Smith - Lazos invisibles

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Crítica realizada por Soraya

Aquélla fue la llamada que habría deseado no recibir jamás.
Dylan Malloy había perdido toda la familia que tenía. Su hermana y su cuñado estaban muertos y su bebé prematuro luchaba por sobrevivir en un hospital de Wyoming. El inquieto fotógrafo no tardó en acudir junto a su sobrino, pero al llegar allí descubrió que la custodia del pequeño Timmy no le correspondía a él. No comprendía cómo su adorada hermana no le había dejado a él la custodia del niño... sino a su amiga Shaye Bartholomew.
Shaye quería muchísimo a Timmy, eso era evidente, pero Dylan no estaba dispuesto a renunciar a él sin luchar... ni tampoco podía negar la química que existía entre él y la mujer que se interponía en su camino.

La vida de Shaye cambia radicalmente el día en que su amiga Julia muere junto a su marido en un accidente de tráfico, no sin antes dar a luz a un bebé prematuro, al que ha dejado a su cargo, y que en esos momentos se debate entre la vida y la muerte. Timmy, el bebé, de la noche a la mañana se convierte en todo su mundo. Su principal preocupación es que se ponga pronto bueno y adaptar su vida a la reciente e inesperada llegada de él. Pero Timmy, es también lo único que le queda a Dylan, pues Julia su hermana era la única familia que él tenía, hasta la llegada de Timmy. Siempre ha cuidado de ella, debido a las circunstancias familiares han sido dos hermanos muy unidos, por eso no entiende cómo Julia ha podido dejarle la custodia a su amiga Shaye, en vez de a él. Desde luego,él no piensa dejar el asunto como está y mirar hacia otro lado mientras Shaye se hace cargo de su sobrino.

Por su parte la vida de Dylan, en esos momentos, es bastante complicada. Es fotógrafo profesional de esos que recorren el mundo con la cámara a cuestas y que nunca sabe cuándo va a volver a casa. Precisamente cuando ocurrió el accidente estaba fuera del país. Es un aventurero nato, no le gusta estar atado y adora su trabajo. Cuando se entera que su hermana nombró tutora legal a Shaye en caso de que les pasase algo a ambos progenitores, a la pérdida de su hermana se le suma el dolor de saber que tendrá que luchar por conseguir tener al niño con él, algo que nunca hubiese esperado de su hermana.

Shaye entiende que Julia la nombrara a ella como tutora de su hijo. Sabe que Dylan es libre como el viento, hoy está aquí y mañana en la otra punta del mundo. Además Dylan tuvo que cuidar de su hermana cuando fue lo suficientemente mayor como para que le dieran la custodia, porque ambos estuvieron en casas de acogidas. Sabía porque Julia se lo dijo, que ésta fue una vez una carga para él y que no quería en caso de que les pasara algo, hacer que Dylan pospusiera una vez más su sueño de ser uno de los mejores fotógrafos, por tener que cuidar de su sobrino.

La vida de Shaye tampoco ha sido un camino de rosas. Cuando su madre murió, ella se hizo cargo de sus hermanos. Su padre siempre ha prestado más atención a su trabajo como médico que a sus tres hijos, y aunque metió una asistenta para que se ocupase de ellos, el papel de madre siempre lo ha representado ella. Sabe que para un niño es vital sentirse protegido y tener una estabilidad para sentirse seguro y feliz. Es por eso que ella está dispuesta a luchar contra Dylan para poder adoptar a Timmy y convertirse en su madre.

Sinceramente no me ha parecido una buena novela, tenía un argumento lo suficientemente sólido para construir un buen relato corto, pero la autora no ha sabido hacernos llegar ese supuesto amor que surge entre los protagonistas. Shaye se pasa la mayor parte del libro desconfiando de Dylan y pensando que éste le va a quitar al bebé. Parece no querer comprender que el bebé es lo único que a él le queda, y que tiene la necesidad de quererlo y estar presente en su vida. De los dos, Dylan me ha gustado más. Es coherente en su forma de ser, y aunque no quiere dejar su trabajo, lo que pretende es poder pasar el máximo de tiempo posible con Timmy y permitir que Shaye sea su madre. No es egoísta en cuanto al bebé, sabe que necesita la figura materna y que Shaye lo adora y con eso está contento, pero no puede evitar querer estar en la vida del pequeño. Lo vemos queriendo aprender a cambiar un pañal, bañarlo o darle de comer, lo cual es normal siendo su tío, y queriendo ser el padre, pero a la vez sorprendente por como ha sido él hasta ese momento.

Sin embargo Shaye solo le pone pegas, actúa de una forma muy posesiva con el bebé, y aunque entiendo el miedo que siente a que Dylan piense que puede cuidarlo él sólo y quitársela a ella de en medio, a veces llega a ser muy cansina con tanto quitarle al niño de los brazos o poner en duda las cosas que éste hace con el niño. Por momentos me daba la sensación de ser dos adolescentes peleándose por algo de interés común, en vez de mirar por el bien del niño y ponerse ambos de acuerdo.

Es un libro plano, la historia de amor no es del todo creíble y quizás sea eso lo que me ha faltado, un poco de pasión, algo de sentimiento entre los dos, y no sólo como dos personas que "tienen" que quererse porque hay un niño de por medio (sea de ellos o no). Seguiré con esta serie y sinceramente espero que mejore, pero a ésta en concreto no le doy más de un 2,5 sobre 5.

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