Cristina Prada - Cada vez que sus besos dibujaban un te quiero

Crítica realizada por Maribel Moreno

Me declaré fan de esta autora con su serie Manhattan ya que sus historias tienen algo que me atrapan, así que cuando leí la sinopsis de Cada vez que sus besos dibujaban un te quiero supe que en cuanto saliera publicada me haría con ella porque por su sinopsis me pareció muy interesante, y por descontado que me ha vuelto a sorprender muy gratamente.

La novela empieza de modo muy original con la boda de Livy y Benedict, el sí quiero y el viaje de novios sorpresa a un sitio tan romántico como Capri.

Pero Livy y Benedict solo se conocen desde hace cuarenta y dos días antes del acontecimiento, y aunque el viaje pinta maravilloso ya empiezan a tener sus primeras diferencias, y es que en realidad no se conocen demasiado bien.

Livy es una ingeniera informática de veintiséis años, una solitaria que desde, muy jovencita, que sus padres se separaron no ha tenido demasiado cariño en su vida, así que está volcada en su trabajo, y cuando conoce a Benedict cree que ha encontrado el amor de su vida, sin embargo Benedict es una caja de sorpresas y de secretos, y su comportamiento en ocasiones hace que salgan todos los miedos e inseguridades de Livy.

Benedict es el dueño de Fisher Media, un hombre arrogante, mandón y posesivo que no tiene ganas de volver a caer en las redes del amor por que ya fracasó, pero cuando Livy se mete en su vida de lleno, con su desparpajo y su descaro, no quiere dejarla perder, sin embargo es incapaz de decir las palabras mágicas y hacerla sentir segura.

Así que con la vuelta a la vida cotidiana aparecen situaciones tensas y malentendidos, el ir conociendo facetas en el otro, sobre todo en Benedict, que no son admisibles, eso hace que Livy tenga que estar todo el tiempo demostrando que puede luchar por los dos, pero ¿puede hacer él lo mismo?

¡Qué historia más intensa! me ha tenido en vilo una buena parte de la lectura, pero me ha encantado igual que sus personajes, sobre todo Livy, que a diferencia de otras protagonistas de la autora, es valiente, no se deja avasallar así como así y lucha por tener su autonomía en el trabajo y, sobre todo odia que Benedict se entrometa.

Livy está falta de cariño, sus padres han rehecho su vida y tienen sus propias familias en las que ella no tiene cabida, así que la joven con una mente privilegiada se ha dedicado a su trabajo y apenas tiene vida social, hasta que conoce a Benedict, que aunque su relación empieza como algo sexual, ella se enamora enseguida y quiere más.

Benedict ha pasado ya por situaciones de abandono y no está dispuesto a entregar su corazón a nadie más, con Livy todo funciona perfectamente y parece que va bajando las barreras, pero entonces su pasado se hace presente para ponerlo a prueba.

Si Livy me ha gustado por lo luchadora que es, por que no se da por vencida así como así, Benedict me ha enamorado por cómo va superando sus miedos y por como acaba luchando por la felicidad de los dos.

Como secundarios hay que contar con Eric un amigo recién descubierto por Livy en el que encontrará el apoyo que necesita cuando su vida se pone del revés, Kesley, una compañera de trabajo que también acabará sucumbiendo a la bondad de Livy, también Blair, la ex de Benedict que es una leona con piel de cordero.

La historia está narrada en primera persona desde el punto de vista de Lyvi excepto un capítulo casi al final que está narrado por Benedict, y en este caso me hubiera gustado que tuviera más voz el protagonista pues hay momentos en que hubiera querido saber sus pensamientos y sentimientos.

La narrativa de la autora es fresca, ágil y engancha mucho, sabe cómo mantener la tensión de principio a fin.

Cada vez que sus besos dibujaban un te quiero es una bonita historia, intensa, romántica que engancha desde la primera página, con giros argumentales que mantiene el interés durante toda la lectura, y además unos personajes increíbles, dos solitarios que se encuentran para completarse y que tienen que superar las pruebas que les pone la vida.