Candace Camp - Corazones salvajes

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Crítica realizada por Mariam

Durante generaciones una maldición ha pesado sobre los Aincourt. Ninguno de ellos ha encontrado la felicidad. Y aunque están destinados a casarse con el hombre o la mujer adecuados, elegidos por sus padres -nunca con aquellos a quienes amen- no pueden evitar sentirse desdichados.
El joven Conde de Ravenscar no es la excepción.
Desde muy joven, en la vida de Devin sólo ha habido lugar para juergas, borracheras y burdeles. La única mujer que ha estado de un modo permanente en ella es su amante, la bellísima pero malvada Leona.

Devin no piensa en el matrimonio. Ante la imposibilidad de casarse con Leona -que ya está casada- y tras una aventura de juventud que lo dejó marcado de por vida, ha decidido no casarse. Ni siquiera por decreto de su madre.
Pero las propiedades de los Aincourt necesitan reparaciones y sus finanzas una inyección de capital, lo que significa que es imperioso que se case.
El problema está en que ¿quién en su sano juicio querría casarse con ese diablo de Devin Aincourt? La solución es fácil: casarse con una heredera americana que, ávida de ser condesa, pase por alto la nefasta reputación de Devin y su estilo de vida disoluto y calavera.
Y entra en escena Miranda Upshaw.

Miranda Upshaw es una joven un tanto atípica, si se piensa en ella como en una futura condesa. Es independiente, autosuficiente y muy inteligente. Es un as de los negocios, de hecho ayuda a su padre y toma muchas de las decisiones que se requieren en el manejo de estos. Cuando su padre le habla de la posibilidad de casarse con Ravenscar y convertirse en condesa se niega. No está dispuesta a convertirse en un objeto decorativo en la vida de ningún hombre, ni que éste tome el control de su fortuna y la dilapide. Aún así acepta conocerlo, pensando en la futura presentación en sociedad de su hermanastra Verónica. Sin embargo, el endemoniado Conde tiene la desfachatez de no asistir a la reunión organizada con ese fin. Pero aunque Miranda despotrica contra él y decide no verlo nunca, poco después, por casualidad, conoce al Conde. Y no sólo eso, sino que le salva de recibir una paliza o incluso la muerte. Pero lo peor de todo es que, después de ese desafortunado primer encuentro, nace una atracción sin límites hacia él.

Corazones salvajes es la novela con la que da comienzo la trilogía de los Aincourt, de la autora Candace Camp. Leí por primera vez esta historia hace años y, recientemente, aprovechando la reedición de la saga he vuelto a leerla.
Aunque el argumento no es muy novedoso, en el sentido que son muchas las novelas que hemos leído que parten de un matrimonio concertado entre un noble calavera y una rica pero excéntrica heredera americana, la temática es una de mis predilectas. Disfruto enormemente con una novela donde los protagonistas se casan sin amor, por obligación.
Pero en este caso sí que existe una profunda atracción entre ellos. Para saber si será base suficiente o no para que el matrimonio se consolide hay que leer la novela, claro está.

Me gustan mucho las novelas de Candace Camp, me gusta ese estilo sencillo pero conmovedor del que hace gala y me ha gustado, más que en la lectura anterior, Corazones salvajes.

Sin embargo, aunque a priori es Devin, el conde diablo (un juego de palabras por la similitud en inglés entre devil y Devin) es el personaje más atractivo, a mí me ha llamado más la atención Miranda. No es que nos muestre un perfil de heroína romántica que rompe con ningún estereotipo, pues aunque se supone las jóvenes de esa época debían ser recatadas y sumisas, son muchas las protagonistas que nos han demostrado que no necesariamente debían ser así. Pero su carácter aventurero e intrépido ofrece el contrapunto perfecto para el torturado Devin.
Devin... bien, realmente no me ha parecido el diablo que se prometía, sino más bien un alma atormentada necesitada de redención.
Y luego, claro está, encontramos el tercer vértice del triángulo: la malvadísima amante. Si añadimos un secreto del pasado, algunos personajes secundarios que nos dejan vislumbrar algo de las próximas novelas, el resultado es Corazones Salvajes.

Ciertamente con este tipo de protagonistas la trama resultante no es que sea sorprendente, pero sí la he encontrado amena y me ha ido atrapando más y más según pasaba las páginas. Además, si a esto le sumamos la pluma de Candace Camp, la dulzura y ese toque agrio que tan bien sabe introducir, el resultado lo describiría como bueno.
No es ni mucho menos la novela que más me ha gustado de esta escritora, tan lejos de las maravillosas La decisión de Juliet y Pasión otoñal -dos de las novelas suyas que más me han calado y más veces leído- y menos buena (en mi opinión) que las dos novelas que la siguen: Corazón escondido y Secretos del corazón. Pero, a pesar de todo, la considero una buena novela, bonita y entretenida, aunque no sorprenda en demasía.
Una lectura fácil y agradable.

 

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