• Fecha: Viernes, 28 Abril 2017

laptop-820274 640Hace mucho que no dedicamos un artículo a cuestiones relacionadas con el estilo literario —y, sobre todo, a cómo mejorarlo—, y nos atrevemos a apostar que ya lo echáis de menos.

Hasta ahora, casi siempre hemos hablado de aquello que SE DEBE HACER para perfeccionar nuestra expresión escrita, así como de algunas cuestiones específicas de ortografía y gramática que pueden ayudarnos a lograrlo. Sin embargo, pocas veces hemos hablado de lo que SE DEBE EVITAR si queremos conseguir una voz limpia, fluida y armoniosa.

La armonía, en literatura, hace referencia al arte de producir una sensación agradable mediante la sonoridad de las palabras y el ritmo de las frases. Es decir, habla de la musicalidad del lenguaje. Para ganarnos la atención de los lectores, aquello que escribimos, además de ser interesante y de estar correctamente redactado, ha de sonar bien.

La armonía resulta extremadamente difícil de conseguir y sorprendentemente fácil que quebrantar. Basta cualquier pequeño tropiezo para que se desmorone la ilusión de realidad de un texto, por eso, a continuación encontrarás unos cuantos ejemplos acerca de LO QUE NO SE DEBE HACER.

  • Repeticiones: la repetición, como recurso estilístico, es una herramienta fantástica capaz de despertar emociones. Sin embargo, aquellas repeticiones que no se introducen a propósito, que denotan pobreza en el léxico, que dan muestra de poco cuidado en la corrección o que rompen el ritmo de las frases, son uno de los errores más comunes y peor tolerados por los lectores.

Ejemplo: Se sentó en la silla que había frente a él. Cuando el recepcionista se dirigió a él, se levantó de la silla.

  • Monotonía: a veces no es necesario llegar a repetir para que el lector tenga la sensación de falta de variedad en el empleo de las palabras, o para que un texto transmita la impresión de repetitivo y pesado.

Ejemplo:

            —Hola —saludó Ezequiel deteniéndose a su altura.

            —Vaya, cuánto tiempo sin verte —replicó Josefa mirándolo con desconfianza.

            —Creía que te habías mudado —alego él encogiéndose de hombros.

Como puedes comprobar, en este ejemplo no hay ni una sola palabra repetida. Sin embargo, su lectura produce monotonía, ya que sobrecarga el texto de información y, además, emplea para ello la misma estructura una y otra vez (verbo declarativo + sujeto + gerundio). 

  • Cacofonías: consiste en la repetición de sonidos iguales o parecidos. Se trataría, en definitiva, de una repetición fonética, que vendría a estropear por completo la riqueza sonora de un escrito.

Ejemplo: Difundió en su defensa unas imágenes difíciles de encontrar.

  • Rimas: la rima es uno de los recursos más apreciados y buscados en poesía. Sin embargo, en narrativa está considerada peor que la peste, ya que rompe la fluidez del texto. Recuerda que lo más importante en un escrito es que sintamos, como lectores, que este nos lleve en volandas de una palabra a otra, sin obstáculos, sin paradas. Una rima nos forzará a detenernos, bien porque nos cause gracia, bien porque nos resulte estridente. Conclusión: el flujo narrativo se dificulta.

Ejemplo: Le pidió a su hermano que extendiera la mano.

  • Vulgarismos y lenguaje excesivamente coloquial: cuando no tiene un uso justificado (por ejemplo, para reflejar el bajo nivel sociocultural, la edad o la forma de expresión característica de un personaje), el empleo indiscriminado de giros coloquiales y de modos vulgares se considera de mal gusto y debe ser vigilado muy de cerca. La lengua oral y la lengua escrita no son la misma cosa, y menos lo son todavía el habla cotidiana y la literatura. Tenemos que hacer lo posible por sonar naturales, sí, pero guardando unos mínimos.

Ejemplo: El ayuntamiento puso un garito to’ cutre en la plaza.

  • Pedantería: tan peligroso es lo uno como lo otro. Hay algunos autores, sobre todo entre los principiantes, que consideran que un texto suena más literario cuanto más rebuscados y pomposos sean los términos que incluya. Nada más lejos de la realidad: el mejor estilo es el más sencillo, el más limpio, el menos chocante a la vista.

Ejemplo: Reverberaba el gorjeo de las avecillas con la fulgente esfera solar como atestiguante.

En definitiva, el escritor ha de escoger cuidadosamente cada palabra para que el lector tan solo deba ocuparse de disfrutar de la historia.        

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